Ante la coyuntura económica y los recortes de
sanidad lo que voy a decir sonará a mala palabra. Después de pasar ingresada un
día y medio en el hospital surgió un paralelismo en vista a las consecuencias.
¿A dónde vamos cuándo tenemos que recomponernos,
mejorar, que nos dejen como nuevos? Al hospital. Fue por eso que hace más de un
año mientras estuve ingresada tres semanas bauticé al hospital de Basurto como
Spa Basurto. Al fin y al cabo uno se renueva, en general, después de una
estadía. Si bien estos centros son establecimientos de salud que ofrecen
tratamientos, terapias y sistemas de relajación, el hospital muchas veces
cumple esa función. Hace dos dias mientras estuve ingresada sentí lo mismo.
Estaba pasando una estadía reparadora.
De pronto nuestro cuerpo no responde como
antes, se colapsa o falla por algún lado, mientras solicita a los cuatro
vientos que le demos un respiro, que no puede más. Es ahí cuando se manifiesta
pidiendo soluciones ante el huracán en que está inmerso.
Ante el crack salimos corriendo buscando una
solución y que mejor que ante un suceso que está fuera de lo normal vayamos a
urgencias –aunque George Clooney no esté de guardia.
Llegamos al hospital atragantados, sin palabras
y con el corazón en la mano del susto por lo que nos pasa. Hasta que todo se
pone en marcha y empieza el círculo de la compostura.
En cuanto hacemos la entrada triunfal con la
cara desencajada, nos toman la tensión y la temperatura –la humedad no-.
Después dan paso a los análisis de sangre de
rigor, rayos X, mientras vemos danzar desde el box agujas, vias, enfermeras,
auxiliares. Eso si, siempre con una palabra de aliento, y en algunos casos
haciendo uso de una paciencia pocas veces vista. El camisolín merece una
entrada aparte, no es apto para pudorosos ni pudorosas, ya que todos quedamos
con el culo al aire, o mejor dicho con las bombachas-bragas o calzoncillo a la
vista de todos.
Hasta que llega el médico, la estrella del
encuentro, y es momento del relato de las causas que nos llevaron al hospital,
de los síntomas que son infaltables, una revisión y a esperar el veredicto.
Entre tanto le damos la espalda ante la
aparición de la disyuntiva entre solucionar nuestra dolencia o salir corriendo.
Es en ese momento cuando recordamos que nunca fue tan ferviente la necesidad sentirnos
bien.
Los minutos transcurren, el tiempo pasa, sin
embargo para nosotros todo se detiene. En el hospital los minutos parecen
horas, y las horas días. La impaciencia es la media. Todos reclaman atención ya
y ahora.
Si nos llevan a observación, nunca falta quien
piensa que está solo, y a pesar que comparte el espacio con otros 25 personas,
a cual más dolorida o molesta, pasa de todos y centrado en lo suyo no para de
reclamar atención constante y sonante. Mientras los demás piensan en voz alta
“que le den un calmante y lo callen”.
Entre las idas y venidas, y amargos desengaños
nos dicen que nos dejan internados. Sigue el círculo reparador. Si bien no es
una operación de cirugía estética, al cabo de un tiempo nuestro cuerpo queda 0
km, o casi.
La gran diferencia que al spa de verdad vamos para relajarnos, en cambio al hospital por necesidad.
Gabriela Zuanich Genial tu relato!!! eso es tomarse las cosas con humor! te felicito Paz!!
ResponderEliminarMarina Aubone
ResponderEliminarmuy bueno, Paz!!
ESTA FANTASTICO LO DEL "SPA"...Y SUPER QUE TE SIENTAS MEJOR. YO A TU SPA; LE LLAMO "LA CASA BLANCA".... Maru
ResponderEliminarY k sigan asi , con la salut no se juega, Susana
ResponderEliminarSiempre que te atiendan un poco esta bueno!!! Besotes!!! Eugenia
ResponderEliminarGENIAL!!!!
ResponderEliminarHola Paz, me encantó leer tu relato... realmente es como tu dices ... lo más importante es sentirse contenido y egresar del SPA lo mejor posible.
ResponderEliminarTu no me conoces, ni siquiera de nombre, soy la mamá de Laura Sánchez... y te felicito por tu fortaleza, el empuje y el libro que has escrito...Laura me comentó que es muy bueno, próximamente la voy a visitar y lo leeré.
Un beso enorme y sigue así con tanta energía positiva.
Alicia
Siempre he pensado igual, que cuando estoy en el hospital, me traen la comida a la cama, no tengo que hacérmela yo, ni fregar los platos ni nada, jajajaja. Aunque claro, como tu dices vamos por necesidad, no porque nos guste y a nadie le gusta estar allí. Un beso guapa
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