De acuerdo al reciente informe de la Fundación Vasca
para la innovación sociosaniaria uno de cada dos hombres y tres de cada cuatro mujeres
serán dependientes transitorios o permanentes. En el País Vasco, por lo menos
150.000 personas tienen algún tipo de discapacidad.
Esta información vino a colación porque ya entró en
vigor el baremo único de discapacidad, que es el
criterio con lo que calculan el porcentaje de discapacidad. De ahí a los infinitos
artículos periodísticos anunciando los gastos que generan los dependientes y
discapacitados.
A partir de
ahora todas las comunidades autónomas seguirán las mismas medidas. Con esta
reforma, pretenden agilizar y optimizar los recursos y medios existentes del
reconocimiento de los derechos de la ciudadanía.
Ante esta noticia me ofusqué, porque parece que lo
primordial en los medios, equivale a cuantos somos y el gasto que generamos. En
cambio si a la realidad nos remitimos, ¿cuántos espacios para debatir sobre la
sociedad inclusiva y la autonomía personal hay en la prensa, la radio y la
televisión?. Más bien pocos.
Mientras tanto perdemos el norte y centramos la
discusión en lo caro que les salimos a todos, en vez hablar sobre la realidad
de las personas con discapacidad.
Es entonces cuando en el departamento de personas con
discapacidad se agolpadan sin resolver, quejas variadas por errores de
valoración sobre el grado de discapacidad. Es más en los últimos años están
valorando a la baja, como la bolsa, para que las cuentas cierren.
Por consiguiente, muchas personas con enfermedades
crónicas, ante el avance de la enfermedad y la manifestación de diversas
secuelas, vemos reducido nuestro grado de discapacidad. Es ahí cuando
descubrimos que a la hora de desenvolvernos diariamente tenemos más
dificultades, pero administrativamente, nuestras discapacidades ya no lo son
tanto.
Al recibir el certificado de discapacidad o su
revisión, luego de casi medio año de espera, no gritamos Eureka, porque está
valoración no responde a la realidad, sino que es una cuestión de costo
beneficio, pero … ¿para quién?
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