Día
6 Incontinencia
Ya
somos grandes, sin embargo una situación nos remite a las puteadas
a nuestra niñez. Nadie se imagina que siendo joven puede volver a
sufrir incontinencia, aunque esta vez no es porque estemos aprendiendo a hacer
pis, para controlar nuestros esfínteres. Es un problema mayúsculo
que viene de la mano de los síntomas motrices y las consecuencias neurológicas.
Con
el advenimiento de las parálisis, problemas de sensibilidad o fuerza
de nuestras piernas es cuando aparecen los primeros signos de
incontinencia y ahí entramos en pánico; si, una vez más.
No
poder aguantar, que se te escape algo, poco o mucho, o hacerte pis encima, ninguna de
estas opciones estaba en los planes de ninguno de quienes tenemos
esclerosis múltiple. Además de la impotencia que genera el uso de
compresas o pañales, provoca vergüenza, sentimos invadida nuestra
madurez, resquemor por la situación que genera sentirnos “como
bebés”, además de la incomodidad fuera de tiempo o de lugar.
Sondarnos
tampoco era un plan ni siquiera una pesadilla durante nuestra etapa
de adultos jóvenes. Todo un trago que se nos atraganta varias veces
al día.
Y
ni que hablar de la invasión en nuestra vida íntima, que vemos
asediada por la incontinencia y pendientes para que la situación no
se nos vaya de las manos, aunque el control ya esté fuera de nuestro
alcance.
A
partir de la aparición de la incontinencia estamos atentos a la
ubicación de un baño y a llevar compresas o pañales en el bolso.
¡Que momento!, el rouge, la agenda, el celular, la tablet y la
compresa o pañal que evita lo peor, como pasar un momento fatídico, si
nos hacemos pis encima.
Y mucho peor que eso es cuando el intestino se suelta, ni con pañales se arregla eso.
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