Estamos
en agosto, y en España como en el resto de Europa es verano, y estamos de
vacaciones. Es momento de relajarnos, escapar de alguna manera de la monotonía
del resto del año, despejarnos, y disfrutar. Sin embargo hay cosas de las que
no podemos separarnos, ni saliendo de viaje, porque nos acompañan toda la vida.
Y la compañera indomable, de la que todos nos queremos librar, es la Esclerosis
Múltiple.
En
la revisión neurológica de hace unos días, mientras intentaba sin éxito caminar
en línea –un pie delante de otro- me remonté a mi infancia cuando las
situaciones eran resueltas basadas en un “pan y queso”; y el que pisaba último
pisaba dos veces. Al no poder hacerlo me acordé que yo y las circunstancias de
tener esclerosis no tienen solución, y a veces se convierte en el peor de los
tormentos. Hasta que encuentren la cura.
Regresar
a ese tiempo en que todo era distinto, las prioridades eran otras y el miedo no
era parte de nosotros -como ahora- fue especia
Desde hace casi 15 años mi vida cambió, cuando me diagnosticaron Esclerosis Múltiple. Desde ese momento comencé un camino de adaptación, a veces mejor llevado y otras atragantado. Luego de un largo tiempo de cambios abruptos de sensaciones, sentimientos, impotencia e incertidumbre llegó el momento de poder compartir este espacio con todos los que quieran comprender a quienes vivimos con una enfermedad crónica, degenerativa y discapacitante. Empecemos este camino de comprensión y apertura.