¿Que nos está pasando? Reclamamos la humanización de la medicina, empatía, asertividad, y competencias de comunicación. Sin embargo no respetamos los procesos de duelo de los pacientes que afrontan distintas enfermedades. Al que sufre pareciera que lo quieren borrar de un plumazo.
No conectamos con el dolor del otro, es más, lo escondemos, porque de eso no se habla. Es más, muchos por las redes, recomiendan alejarse de las personas que atraviesan momentos difíciles. Casi les diría que está de moda, en un ámbito como el de las redes sociales que es más una teatralización de la vida, donde la producción cobra valor, donde sólo la comedia tiene lugar.
¿Dónde queda la empatía, una característica que reclamamos sin cesar por activa y pasiva? No obstante a muchos les cuesta reconocer que esta circunstancia existe, es necesario y sano pasarla, para poder avanzar.
La mirada del otro. Sabemos que de los dos lados, hay una necesidad de tiempo, comuncación, elaboración de este tiempo de cambio abrupto. Por momentos nos sentimos incomprendidos, donde la soledad asecha junto con el revoloteo de los fantasmas y los miedos.
Conectar con el dolor ajeno muchas veces difícil, para unos más que para otros. A pesar de haberlo vivido muchos en primera persona, es imposible, no pueden reflejarse en el otro, comprenderlos, y entender su dolor. Es entonces cuando es llamativo que muchos de esos, sean quienes exigen de los demás empatía. Que comprendan y se se pongan en el lugar del otro, sobre situaciones que ellos mismos atravesaron, pero pareciera que no quieren ni recordar. Es por eso que proclaman distancia de esas personas que están atravesando los momentos de bronca, decepción, bajón, melancolía, depresión, enojo, y shock.
Por si aún no se enteraron, sepan que estos periodos son necesarios para solventar el duelo de una condición a otra, de estar sano a enfermo, de poder a no poder, del advenimiento de las limitaciones y la discapacidad. En medio, renuncias, adaptaciones y reinversiones.
Es en este momento que la memoria de lo que vivimos y de alguna y otra manera sufrimos, tiene que estar presente para acercarnos desde el entendimiento al otro. Por desgracia, no siempre es así.
El acercamiento implica reconocer las propias debilidades, tolerar el dolor ajeno, dar lugar a la queja, acompañar en el proceso, escuchar, apoyar, acercarse y conectar con el dolor ajeno, dándolo lugar a gestionar su dolor y las etapas que tiene que atravesar indefectiblemente para poder llegar con tiempo y paciencia, a la adaptación de su nueva situación y circunstancias.
Alrededor de la esclerosis múltiple, una enfermedad incierta, cambiante y sonante por momentos, hay que respetar los procesos de duelo de los demás, y de cada etapa. Considero que nosotros -quienes tenemos EM- más que ninguno, tenemos que entender este proceso.
Por tanto, si pedimos empatía a los demás, nosotros somos los primeros que tenemos que ser empaticos y entender los tiempos de los demás entorno a la enfermedad y sus vaivenes.
Conectar con el dolor ajeno, con el propio, empatizar, de eso se trata. Estar, acompañar, y no parecer o semejar.
No conectamos con el dolor del otro, es más, lo escondemos, porque de eso no se habla. Es más, muchos por las redes, recomiendan alejarse de las personas que atraviesan momentos difíciles. Casi les diría que está de moda, en un ámbito como el de las redes sociales que es más una teatralización de la vida, donde la producción cobra valor, donde sólo la comedia tiene lugar.
¿Dónde queda la empatía, una característica que reclamamos sin cesar por activa y pasiva? No obstante a muchos les cuesta reconocer que esta circunstancia existe, es necesario y sano pasarla, para poder avanzar.
La mirada del otro. Sabemos que de los dos lados, hay una necesidad de tiempo, comuncación, elaboración de este tiempo de cambio abrupto. Por momentos nos sentimos incomprendidos, donde la soledad asecha junto con el revoloteo de los fantasmas y los miedos.
Conectar con el dolor ajeno muchas veces difícil, para unos más que para otros. A pesar de haberlo vivido muchos en primera persona, es imposible, no pueden reflejarse en el otro, comprenderlos, y entender su dolor. Es entonces cuando es llamativo que muchos de esos, sean quienes exigen de los demás empatía. Que comprendan y se se pongan en el lugar del otro, sobre situaciones que ellos mismos atravesaron, pero pareciera que no quieren ni recordar. Es por eso que proclaman distancia de esas personas que están atravesando los momentos de bronca, decepción, bajón, melancolía, depresión, enojo, y shock.
Por si aún no se enteraron, sepan que estos periodos son necesarios para solventar el duelo de una condición a otra, de estar sano a enfermo, de poder a no poder, del advenimiento de las limitaciones y la discapacidad. En medio, renuncias, adaptaciones y reinversiones.
Es en este momento que la memoria de lo que vivimos y de alguna y otra manera sufrimos, tiene que estar presente para acercarnos desde el entendimiento al otro. Por desgracia, no siempre es así.
El acercamiento implica reconocer las propias debilidades, tolerar el dolor ajeno, dar lugar a la queja, acompañar en el proceso, escuchar, apoyar, acercarse y conectar con el dolor ajeno, dándolo lugar a gestionar su dolor y las etapas que tiene que atravesar indefectiblemente para poder llegar con tiempo y paciencia, a la adaptación de su nueva situación y circunstancias.
Alrededor de la esclerosis múltiple, una enfermedad incierta, cambiante y sonante por momentos, hay que respetar los procesos de duelo de los demás, y de cada etapa. Considero que nosotros -quienes tenemos EM- más que ninguno, tenemos que entender este proceso.
Por tanto, si pedimos empatía a los demás, nosotros somos los primeros que tenemos que ser empaticos y entender los tiempos de los demás entorno a la enfermedad y sus vaivenes.
Conectar con el dolor ajeno, con el propio, empatizar, de eso se trata. Estar, acompañar, y no parecer o semejar.
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