Dejamos de ser niños hace décadas, eso está claro, ya que somos personas de 20 a 40 años en general. Ya no podemos gritar y que salga nuestra madre, padre o abuelos a nuestra ayuda buscando a todo gas el primer baño disponible ante nuestra necesidad imperiosa. Hasta ahora nos arreglábamos solos, estaba todo bajo control.
Cuando éramos chicos aprendimos primero a pedir, luego a controlar. Sin embargo ante nuestro asombro, parece que cierta cuestión vuelva a ser cómo antes en el fondo, pero no en la forma. Si bien podemos solos, a veces es más complicado que lo que pensamos llegar a tiempo y que nada se descontrole.
Ante el avance de la esclerosis múltiple, y la repercusión de las secuelas a nivel urinario, la sensación de ganas de ir al baño disminuye, la falta de tiempo entre que nos damos cuenta e ir al servicio es cada vez más angosta.
Ante esta situación la velocidad es un handicap de lo que no podemos hacer gala, ya que seguramente tenemos rigidez, o falta de sensibilidad o de fuerza en nuestras piernas por lo que llegar rápido se torna complicado, y a veces imposible.
Si a esta situación le añadimos los obstáculos arquitectónicos formamos una combinación que nos juega en contra desde donde la miremos. Uno de las barreras más comunes que tenemos que sortear son la ubicación de los baños de los bares. Están casi todos en el primer piso o en el subsuelo, y para sorpresa de todos, tienen concedido el permiso de discapacitados.
Esto es inaceptable, y se da inclusive en bares o restaurantes de reciente construcción o adaptación. Que más da los metros cuadrados del aseo y los accesorios para facilitar nuestros movimientos, sin nos es imposible llegar a él. Si usamos muletas o tenemos ataxia es una traba pero si estamos en silla de ruedas es imposible acceder.
El jueves pasado, luego de dar clase partí a mi casa. Estaba en Barakaldo e iba hacia Algorta, camino que requiere cambiar de línea de metro y a mi manera de caminar me lleva una hora. A las pocas calles tenía ganas de hacer pis. Cuál fue mi sorpresa que hasta cumplir mi cometido, entré a tres bares distintos. Todos tenían el baño en el primer piso. Esto no quiere decir que encontré un servicio a la altura de las circunstancias.
En el cuarto establecimiento bingo, el baño estaba en la planta baja. No podía seguir buscando, mi desesperación era indescriptible, y corría el riesgo que fuera tarde antes de mojarme los pantalones. Puf, faltó muy poco; malditos escalones.
La pregunta es por qué estamos obligados a pasar por el stress causado por la incapacidad de otros al contemplar y responder a las necesidades de los demás.
Creo que es hora de revisar las instalaciones y que las condiciones de accesibilidad no sean sinónimo del logo de una minusvalía, sino que estén acorde a nuestras necesidades.
Cuanto se d esto y k familiar me parece....Luisa
ResponderEliminarAlgo que muchos sufren o hemos sufrido en algun momento y tan pocos se atreven a comentar!! casi diria como algo tabú!! Gracias por hacerloo público! Gabriela
ResponderEliminarMARIA PAZ, A PROPÓSITO DE "QUIERO PIS", ESTOY ESCRIBIENDO UN LIBRO TITULADO "BAÑOS DE VENEZUELA", YA TE PUEDES IMAGINAR EL POR QUÉ... riquilda
ResponderEliminarPara politicos d servicios sociales y sanidad...Eva
ResponderEliminarLas personas con EM cuando salimos de nuestras casas a cualquier diligenciaa nos enfrentamos a todo esto. Primer objetivo al llegar a un lugar: ubicar un sala sanitaria; primer obstáculo casi siempre: las escaleras.. y el temor de sentarnos sin protección por eso de contraer alguna mala bacteria.........todo un acto de malabarismo...Yo he resuelto un poco mi situación con el uso de pañales desechables pero no es lo ideal... Me ha tocado vivir cada momento que ni te cuento...todo un largometraje..Horrores... : ( Elena
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